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martes, 18 de septiembre de 2012
Una entrevista a Adriana Schnake
Os proponemos la lectura de una entrevista de Ignacio Escribano de la Redacción de LA NACION en Noviembre de 2002 a Adriana Schnake y que he encontrado publicada en el blog: http://gestaltsu.blogspot.com.es
En esta entrevista, la psicoterapeuta gestáltica chilena Adriana Schnake señala que vivimos en una sociedad opuesta al corazón, donde el valor imperante es acumular.
“¿Cómo vamos a pretender que las enfermedades cardiovasculares dejen de ser la principal causa de muerte en el mundo, cuando vivimos en una sociedad que es tan opuesta al corazón?”
Adriana Schnake, médica psiquiatra de origen chileno, no disimula su mirada antigua, profunda y melancólica, al reflexionar sobre la forma de ser de esa pequeña bombita autónoma, tan solidaria, que no hace más que distribuir el elemento vital por excelencia que es la sangre.
“El corazón entrega todo lo que recibe y descansa al mismo tiempo que trabaja; a él, jamás se le ocurriría acumular. Y eso es completamente ajeno a lo que ocurre en nuestros días; se pretende trabajar mucho más de lo que descansa, y ganar mucho más de lo que consume”, señala Schnake, una de las figuras más destacadas en la enseñanza, estudio y difusión de la psicoterapia gestáltica en el mundo de habla hispana.
Según ella, la seguridad de la existencia humana hoy está en íntima relación con en el hecho de tener guardado más o menos dinero.
“En vez de vivir en plenitud lo que nos ofrece la vida, y tener la inteligencia de ganar sólo lo necesario, ¿qué hacemos?, ponemos toda la energía, ideas y pensamientos al servicio de acumular cuanto sea posible”, subraya la autora de Los diálogos del cuerpo, que en sus libros suele preguntar: “El cuerpo habla, ¿quién lo escucha?”. A lo que responde: “Si cada cual se reconoce dueño de su propio cuerpo, y escucha sus mensajes, prescindiremos entonces del fastuoso edificio científico en el cual los seres humanos esconden toda su omnipotencia y falta de fe.”
Schnake, más conocida como Nana, actualmente vive en la Isla de Chiloé, al noreste de la Isla Grande, frente a una bahía de aguas mansas recortada al fondo por la cordillera de los Andes. Allí ha erigido, casa por casa, el Centro de Crecimiento y Desarrollo Anchimalén, donde recibe grupos y personas que desean trabajar y atenderse con ella.
-En estos días por Buenos Aires: ¿Ha notado grandes cambios en la gente que usted frecuenta?
-No realmente; las dificultades económicas nos influyen, claro, pero no son los que más nos afectan. Los cambios profundos no pasan por ese plano. Creo que fue mucho más terrible lo que aquí se vivió después del golpe de Estado del año 76. La gente sí estaba cambiada. No se atrevía a hablar, tenía miedo de comunicarse. Ahora se habla, se reclama. Y, como buenos argentinos, siguen hablando mal de ellos mismos. La verdad es que no me gusta que se desacrediten tanto.
-¿A qué cree que se deba ese hábito?
-No lo sé. Tal vez es una forma de asegurarse, de algún modo, que es el otro quien se está portando mal. ¿Me explico? Como si el que habla o descalifica no tuviera nada que ver con lo que ocurre. En otras sociedades, las críticas hacia la propia cultura se suelen esconder bastante más. Como aquel dicho que dice: “La ropa sucia se lava en casa”. Por eso, a veces me sorprende lo duros que pueden ser los argentinos con ellos mismos.
-¿Cuál es su mensaje para un pueblo en plena crisis existencial?
-Creo que en estos momentos hay que quedarse en silencio, tranquilo, juntando energías para poder conectarse con lo más primario y puro de cada ser, y con los verdaderos valores del pueblo mismo. Nosotros, los chilenos, tuvimos un tiempo de mucho oscurantismo, de mucha tristeza, de mucho estar para adentro. Por eso digo que las enfermedades nos detienen, nos duelen; pero si logramos entender el mensaje que nos traen, ellas nos facilitan un verdadero salto cuántico que nos relaciona de un modo diferente y renovado con nosotros mismos y los demás.
-¿Por qué cree que una crisis de semejante magnitud se la define sólo por lo económico?
-Eso habla de una gran negación; porque al definir a la crisis de económica, implícitamente se está suponiendo que al reactivarse el mercado queda todo resuelto. Y así se sigue siempre en lo mismo, en donde el valor imperante es el dinero.
-¿Cómo explicaría la importancia del silencio en un mundo programado para producir incesantemente, donde tiempo es dinero?
-Sólo del vacío, del silencio puede surgir algo nuevo. Como aquel cuento de la taza, en el cual un hombre ávido por aprender de un reconocido maestro, va a visitarlo. El maestro, que lo recibe, sigue sirviéndole té hasta que rebalsa de la tasa. Entones, el discípulo le dice: “Maestro, maestro, está derramando el té”. “Bueno, eso mismo pasa contigo -le responde el sabio-. Tu cabeza ya está llena de ideas. No puedo enseñarte. Es más, tu no vienes a aprender.” Desgraciadamente, la sociedad, principalmente la Occidental, privilegia excesivamente el “hacer algo”, a la vez que la contemplación es tan rechazada. El mundo se ha colmado de ruidos que ensordecen nuestros mensajes más básicos; por eso, no será fácil la tarea de volver a vivenciarnos.
-¿Cree que han evolucionado las psicoterapias?
-Sí. Ahora, no sé si para bien o para mal (ríe). Bueno, pero si se supone que la evolución es hacia algo mejor creo, sí, que han evolucionado.
-¿Qué ha quedado atrás?
-El conductismo, ya hace tiempo. Y el psicoanálisis, que no suele admitir nuevas corrientes de trabajo y pensamiento, creo que también ya está bastante atrás.
-Fritz Perls afirmaba que no se puede mantener una sensación o una vivencia por mucho tiempo con las mismas características, pues rápidamente va cambiando. Usted, en cambio, dice: “Lo único que se puede mantener fijo son las ideas”. ¿Por qué?
-Porque todo, incluso el dolor, está cambiando constantemente. Nada permanece en un estado inalterable. Salvo, claro, que uno tenga una fuerte convicción. En este caso, es la idea, y no el dolor, la que está fija. Cuando alguien siente un dolor en el mismo lugar por mucho tiempo, es probable que lo esté sujetando en lugar de dejarlo ir.
-¿Y cuál es la idea fija característica del ser humano de comienzos del siglo XXI?
-Que lo único que le da seguridad es tener más y más plata. Y esa no sólo es una idea fija, sino también maldita.
Información adicional
Adriana Schnake obtuvo el título de médica psiquiatra en la Universidad de Chile. Es, además, ex profesora de psiquiatría de dicha institución, presidenta honoraria de la Asociación Gestáltica de Buenos Aires y Córdoba, y Miembro de Honor de la Asociación Española de Terapia Gestáltica.
Actualmente trabaja e imparte cursos y grupos en Anchimalén, el campo donde vive, trabaja y enseña. Una vez por mes viaja a Santiago de Chile, donde dirige una Escuela de Psicoterapia Gestalt (de formación de posgrado con una duración de tres años).
Ignacio Escribano
De la Redacción de LA NACION
Noviembre de 2002
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