Últimamente, debido tal vez a la
crisis económica, flota en el ambiente la sensación de que desde
los centros de poder nos ocultan información, nos ofrecen datos edulcorados o
abiertamente nos mienten acerca de una gran cantidad de temas. Las
conspiraciones, las manos negras, las tramas ocultas y los villanos parecen
acecharnos desde cualquier esquina. Y sin embargo pasamos por alto la más poderosa
de las manipulaciones: aquella que influidos por el ambiente, ejercemos sobre nosotros mismos, desde
dentro.
¿O acaso no nos dejamos manipular (no nos manipulamos), cuando
nos tragamos sin masticar esos “valores”, esas ideas, esas opiniones que flotan
en el aire acerca de lo que nos rodea; cuando introyectamos afirmaciones como:
“no hay alternativa”, “los recortes son necesarios”, “los emigrantes nos quitan
el trabajo”, “lo privado es más eficaz”, “los funcionarios son unos vagos”,
entre otras muchas?
¿O acaso no nos tranquilizamos a
nosotros mismos cuando le “echamos la culpa” de nuestras “pequeñas miserias cotidianas” a cualquiera
que tengamos a mano, proyectando nuestra parte de responsabilidad con frases
como: “la culpa es de los políticos”, “la culpa es de los inmigrantes”, “la
culpa es de la sociedad”, “la culpa es de los banqueros”, “la culpa es de los
sindicatos”?
¿O tal vez no nos engañamos
cuando confluimos con los demás a cualquier precio, aceptando las pautas
de consumo generales porque son lo “normal” y considerando que quienes no lo
hacen son unos tontos fracasados? ¿No ocultamos nuestros descalabros
familiares, laborales, personales, para mantener a toda costa nuestra cuenta
corriente, nuestro coche de alta gama o nuestro último modelo de Ipod? ¿No nos sentimos más cómodos aceptando las opiniones y las acciones de
la mayoría; enarbolando banderas; impidiendo los debates y el intercambio de
ideas, con tal de
que no nos excluyan? ¿E insatisfechos aun, no exigimos esa misma actitud a los
demás?: “me gustas porque te gustan las mismas cosas que a mí” “o eres de los
míos o te parto la crisma” “si no dejo a mi hijo que valla al botellón se
quedará solo. Todos lo hacen” “Hijo mío, ya sé que pintas maravillosamente,
pero por tu bien tu no serás artista, sino médico”. ¿No nos dedicamos a borrar
con eficacia toda la gama de colores que existe en nuestra vida, difuminando al
mismo tiempo cualquier límite existente entre nosotros mismos y “la masa”?.
¿O es que acaso no nos engañamos también,
utilizando nuestra sensación de culpa con frases del estilo: “Esto lo hemos
causado entre todos” “Todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”
“Tenemos lo que nos merecemos”? ¿No retroflexionamos el origen de todos los
males hacia nuestro interior? ¿No es acaso cierto que para algunos las palabras
de este artículo únicamente servirán para afirmarles en su idea de que los
culpables del hambre en Somalia, la deforestación del Amazonas o la caída de
Lehman Brothers somos todos por igual?
Y pese a todo la realidad insiste en mostrarnos que nuestros gobernantes nos mienten; los corruptos, los
inmorales campan impunemente a sus anchas; los bancos, las grandes
transnacionales solo velan egoístamente por sus intereses, aunque esquilmen el
planeta y exploten a sus habitantes; la sociedad se tambalea golpeada por una
crisis no solo económica sino ecológica, social y de valores.
Tal vez el
primer paso para avanzar hacia algo mejor, aunque pequeño, sea el darnos cuenta, el ser conscientes cada
uno de nosotros, de cuales de estos mecanismos utilizamos para
dejarnos atrapar en este engranaje de la mentira, del engaño. Así, desde este
punto, ejercer plenamente nuestra libertad para decidir lo que queremos ser y no solo para
optar entre Cocacola o Pepsi.
Indignarse solo es útil si en
lugar de cómo mera catarsis para que todo continúe igual, sirve para rescatarnos del
estado de alienación en el que frecuentemente nos hallamos; solo si sirve para
ponernos en contacto consciente con nuestras verdaderas necesidades y no
aquellas que nos imponen la publicidad o los medios de comunicación; solo si
nos conecta con nuestras capacidades y nuestros límites para cubrirlas; solo si
nos ayuda a decidir lo que queremos ser y actuar en consecuencia; únicamente si
nos facilita un verdadero ejercicio de responsabilidad hacia nosotros mismos y
hacia los demás.
Fabián García Hermoso
Director de Psicosom
Fabián García Hermoso
Director de Psicosom
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