lunes, 4 de junio de 2012

¿Y si nos manipulan desde dentro?



Últimamente, debido tal vez a la crisis económica, flota en el ambiente la sensación de que desde los centros de poder nos ocultan información, nos ofrecen datos edulcorados o abiertamente nos mienten acerca de una gran cantidad de temas. Las conspiraciones, las manos negras, las tramas ocultas y los villanos parecen acecharnos desde cualquier esquina. Y sin embargo pasamos por alto la más poderosa de las manipulaciones: aquella que influidos por el ambiente, ejercemos sobre nosotros mismos, desde dentro.





¿O acaso no nos dejamos manipular (no nos manipulamos), cuando nos tragamos sin masticar esos “valores”, esas ideas, esas opiniones que flotan en el aire acerca de lo que nos rodea; cuando introyectamos afirmaciones como: “no hay alternativa”, “los recortes son necesarios”, “los emigrantes nos quitan el trabajo”, “lo privado es más eficaz”, “los funcionarios son unos vagos”, entre otras muchas?

¿O acaso no nos tranquilizamos a nosotros mismos cuando le “echamos la culpa” de nuestras  “pequeñas miserias cotidianas” a cualquiera que tengamos a mano, proyectando nuestra parte de responsabilidad con frases como: “la culpa es de los políticos”, “la culpa es de los inmigrantes”, “la culpa es de la sociedad”, “la culpa es de los banqueros”, “la culpa es de los sindicatos”?

¿O tal vez no nos engañamos cuando confluimos con los demás a cualquier precio, aceptando las pautas de consumo generales porque son lo “normal” y considerando que quienes no lo hacen son unos tontos fracasados? ¿No ocultamos nuestros descalabros familiares, laborales, personales, para mantener a toda costa nuestra cuenta corriente, nuestro coche de alta gama nuestro último modelo de Ipod? ¿No nos sentimos más cómodos aceptando las opiniones y las acciones de la mayoría; enarbolando banderas; impidiendo los debates y el intercambio de ideas, con tal de que no nos excluyan? ¿E insatisfechos aun, no exigimos esa misma actitud a los demás?: “me gustas porque te gustan las mismas cosas que a mí” “o eres de los míos o te parto la crisma” “si no dejo a mi hijo que valla al botellón se quedará solo. Todos lo hacen” “Hijo mío, ya sé que pintas maravillosamente, pero por tu bien tu no serás artista, sino médico”. ¿No nos dedicamos a borrar con eficacia toda la gama de colores que existe en nuestra vida, difuminando al mismo tiempo cualquier límite existente entre nosotros mismos y “la masa”?.

¿O es que acaso no nos engañamos también, utilizando nuestra sensación de culpa con frases del estilo: “Esto lo hemos causado entre todos” “Todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” “Tenemos lo que nos merecemos”? ¿No retroflexionamos el origen de todos los males hacia nuestro interior? ¿No es acaso cierto que para algunos las palabras de este artículo únicamente servirán para afirmarles en su idea de que los culpables del hambre en Somalia, la deforestación del Amazonas o la caída de Lehman Brothers somos todos por igual?

Y pese a todo la realidad insiste  en mostrarnos que nuestros gobernantes nos mienten; los corruptos, los inmorales campan impunemente a sus anchas; los bancos, las grandes transnacionales solo velan egoístamente por sus intereses, aunque esquilmen el planeta y exploten a sus habitantes; la sociedad se tambalea golpeada por una crisis no solo económica sino ecológica, social y de valores.

Tal vez el primer paso para avanzar hacia algo mejor, aunque pequeño, sea el darnos cuenta, el ser conscientes cada uno de nosotros, de cuales de estos mecanismos  utilizamos  para dejarnos atrapar en este engranaje de la mentira, del engaño. Así, desde este punto, ejercer plenamente nuestra libertad  para decidir  lo que queremos ser y no solo para optar entre Cocacola o Pepsi.

Indignarse solo es útil si en lugar de cómo mera catarsis para que todo continúe igual, sirve para rescatarnos del estado de alienación en el que frecuentemente nos hallamos; solo si sirve para ponernos en contacto consciente con nuestras verdaderas necesidades y no aquellas que nos imponen la publicidad o los medios de comunicación; solo si nos conecta con nuestras capacidades y nuestros límites para cubrirlas; solo si nos ayuda a decidir lo que queremos ser y actuar en consecuencia; únicamente si nos facilita un verdadero ejercicio de responsabilidad hacia nosotros mismos y hacia los demás.


Fabián García Hermoso
Director de Psicosom

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