“ Los niños actuales ven mucha televisión. Muchos padres se preocupan de lo que les aporta en cuanto a aprendizaje. Tal vez el problema no es lo que aprenden viendo televisión, sino lo que dejan de aprender con otras cosas, como el juego, la lectura o la relación con los demás”
Una de las novelas preferidas de mi juventud fue Tom Sawyer de Mark Twain. ¡Como me hubiera gustado poder fabricar esas balsas de troncos para jugar a los piratas en el Mississipi. ¡Que morbo me producía la manera en que los protagonistas hacían travesuras en el cementerio!. ¡Qué fantástico poder hallar tesoros escondidos en grutas misteriosas!. Mas todo eso era algo imposible para un niño nacido en el Madrid de finales de los sesenta y principios de los 70. Un crío que el único “aprendiz” de río que con el que tenía contacto era el Manzanares, que los únicos muertos que conocía eran los de “mentira” de las películas del oeste y que las cuevas más maravillosas, pero sin cofres ocultos, que había visitado eran las de Nerja, un verano, de la mano de sus padres.
Los de mi generación crecimos aun con la lectura como principal fuente estimuladora de la imaginación, aunque con una contrincante cada vez más poderosa: La Televisión. Seguro que a casi todos les resultan familiares nombres como: Los Chiripitiflaúticos, La Guagüa, La Casa Del Reloj, El Correcaminos, Los Payasos De La Tele.
Y también nosotros, los niños del Baby Boom, fuimos de los últimos que pudimos jugar en las calles, antes de que se las comieran los coches. ¿Alguno no recuerda las “chapas”, las “canicas”, la “goma”, el “escondite inglés sin mover los pies”, o el “rescate”?
Incluso fuimos un grupo más afortunado que nuestros padres en lo referente a juguetes. Vivimos un verdadero “florecer” de la industria juguetera en España. ¿Hemos olvidado el “Escalextric”, los “Juegos Reunidos” o la “Nancy”?
No se trata de recordar “batallas” ni emular a Jorge Manrique con el “cualquier tiempo pasado fue mejor”, entre otras cosa porque la España de aquella época también tenía sus muchas y graves carencias. Se trata por el contrario de expresar que aunque la televisión fue importante para nosotros (y lo seguirá siendo en el futuro) no fue la única protagonista de nuestra infancia.
Los de aquella generación (incluido yo) nos hemos hecho mayores. Muchos tenemos hijos. Seguro que más de uno cuando se para a contemplarles se sorprende de lo diferente que es su niñez respecto de la nuestra. Algunos nos preguntamos cuanto habrá de positivo en ese hecho y cuanto de barbaridad.
Mi hija mayor tiene diez años. Nunca ha salido sola a la calle, aunque ahora vivimos en una ciudad como A Coruña, más humana, que la gran urbe en la que se ha convertido mi Madrid natal. La mayoría de sus amigos jamás se ha planteado que una chapa de botella pueda servir para jugar (dudo mucho que en la era del brick, sepan lo que es una chapa) Muchos no han tocado nunca a un animal vivo (tal vez quitando al perro del abuelo) pero si cuidan con verdadera pasión de su Tamagotchi virtual.
Además, la información la reciben a través de canales algo diferentes a los nuestros. No leen casi nada (solo algunos “raros” conocen a Tom Sawyer) pero manejan con soltura el mando a distancia de la TV, el del MP3, el del DVD, o el de la HIFI. Además tienen un amigo ratón sin orejas, con el que penetran en un mundo, el de los Videojuegos, el Correo Electrónico o Internet, que para nosotros era, a su edad, pura ciencia ficción.
¡Es un hecho! La tecnología ha entrado en nuestras vidas y en la de nuestros pequeños para quedarse. Ahora bien, ¿Estamos preparados para digerirlo?
Creo recordar que era el “Capitán Nemo” de “20.000 Leguas de Viaje Submarino” de Julio Verne, quien decía algo parecido a que la sociedad de su tiempo no estaba preparada para recibir una tecnología tan avanzada como su “Nautilus”. ¿Seremos nosotros como esos a quienes menciona el célebre personaje?. ¿No estaremos abusando en lugar de utilizar sabiamente las capacidades de unos medios tan potentes como los audiovisuales, sobre todo en lo que respecta a la educación de los niños?
En primer lugar, analicemos si la Televisión se puede considerar en sí misma tan magnífica como Nemo consideraba a su Nautilus. Algunos de sus aspectos más favorables son:
Es un medio privilegiado de información para todo el mundo
Es un medio especialmente privilegiado para los niños más pequeños (por debajo de los 56 años) que no han adquirido aun la capacidad de lectura
También es un medio privilegiado para los niños de ámbitos rurales aislados o de bajo nivel socioeconómico
Es un importante agente de sociabilización.
Ahora bien, también por sus propias características, independientemente del uso que se le otorgue posee limitaciones o deficiencias entre las que cabría señalar:
Información demasiado cómoda
Pasividad en la recepción que no permite desarrollar el espíritu crítico o la búsqueda personal de conocimientos y puede causar una merma de la capacidad creativa y de la iniciativa.
Imágenes demasiado rápidas que no permiten los procesos reflexivos
Se dirige a todos al mismo tiempo sin seguir el nivel de cada receptor
Demasiada información por unidad de tiempo que no puede ser procesada convenientemente
El lenguaje televisivo es elementalmente directo, incapaz de enriquecer el bagaje cultural del espectador
Unidos a estos problemas pueden aparecer los derivados de un uso indebido cada vez más preocupante.
Demasiado tiempo frente al televisor causa fatiga y excitación que pueden a su vez provocar trastornos del sueño
Las posturas anómalas de los espectadores, mantenidas durante espacios prolongados de tiempo pueden causar problemas en la columna vertebral o las extremidades.
En el caso de los niños demasiadas horas frente al televisor impedirá un correcto desarrollo psicomotor
Una prolongada inactividad frente al televisor puede ser causa directa de problemas de obesidad
En el año 2003, la marca de juguetes Imaginarium, puso en marcha una iniciativa en colaboración con la universidad de Zaragoza para saber más acerca de algunos temas que preocupaban a las madres y padres españoles. Uno de estos temas fue precisamente la presencia de la televisión en la vida familiar. Se realizaron 1100 encuestas en ámbitos rurales y urbanos a familias de 3 ó 4 miembros, donde los padres tenían en su mayoría (70,3%) edades entre los 30 y los 40 años y un nivel cultural medio alto.
Algunas de las opiniones más destacables fueron:
El 50,8 % de niños y niñas ven entre una y dos horas de televisión al día
El 41 % de niños y niñas ven la televisión, incluso durante varias horas, sin la compañía de ningún adulto
Un 22,2 % de padres y madres reconocen que sus hijos ven la televisión por la noche
El 66 % de los adultos piensa que la televisión ejerce influencia sobre los niños. De estos un 19,2 % piensa que tal influencia es grande
Según esto, podríamos decir que los dos aspectos que en general preocupan más a los padres, del uso que sus hijos hacen de la televisión son:
Los contenidos
El tiempo que permanecen frente a ella
Respecto al primer apartado, el panorama actual resulta desalentador. Los programas con contenidos específicos para niños se han convertido en islotes desperdigados y de una calidad... dudosa.
Pero la situación no es mejor para los programas destinados a los adultos, que los niños en ocasiones también consumen. La mayoría presentan elevados niveles de:
Violencia: cuya influencia puede inducir a imitar los comportamientos violentos, a insensibilizarse ante su horror o a sobreestimar la violencia real, con reacciones de miedo
Sexo: Qué en el caso de los niños, acelera un aprendizaje que debería seguir un ritmo adecuado a su desarrollo, tanto físico como psicológico.
Exhibición de la intimidad: y con ella de todo tipo de miserias humanas, sin ningún sentido del pudor, que no contribuye a la formación ética ni de los adultos ni de los más pequeños
¿Y qué decir de la publicidad? Los niños se convierten en perfectas “dianas” de los mensajes publicitarios al no tener formado aun su espíritu crítico. En la actualidad están expuestos a casi medio millón de anuncios antes de cumplir los dieciocho años.
En cuanto al aumento del tiempo que los niños pasan frente a la televisión, responde a tendencias marcadas por la sociedad en su conjunto.
Según las encuestas los adulto gastamos la mayor parte de nuestro ocio ¡viendo Televisión!. Si nos preocupa que nuestros hijos la vean en exceso ¡prediquemos con el ejemplo!. Por otro lado la falta de tiempo de unos padres “atados” a sus jornadas laborales es seguramente la razón de que los niños asistan a muchas horas solos frente a la pantalla. La incorporación de la mujer al mercado laboral ha acentuado este efecto. En los sesenta nuestras madres además de darnos el bocadillo, eran las que encendían y apagaban el aparato. Pero la sociedad actual no puede basarse en una desigualdad y en una injusticia manifiesta, así que deberá buscar otras soluciones.
Además lo más preocupante, desde mi punto de vista, no es solo lo mucho que la televisión inunda las vidas de nuestros hijos sino el tiempo que estos dejan de dedicarle a otras actividades. Los niños salen cada vez menos a la calle, cada vez se relacionan menos (de una forma directa) con los demás, cada vez experimentan menos los mundos mágicos que aporta la lectura, cada vez juegan menos. ¿No estaremos creando adultos prematuros?. ¿No estaremos forjando escépticos sin imaginación ni ilusiones?
En la encuesta ya mencionada de la empresa Imaginarium se ofrecían también los siguientes datos:
Un 84% de los padres manifestó que les gustaría contar con asesoramiento para mejorar la calidad del ocio de sus hijos, compartiendo más y mejor el tiempo con los pequeños.
Un 98 % se mostraron interesados en mejorar las relaciones familiares en torno al ocio y apuntaron la necesidad de buscar tiempo de comunicación expresiva y afectiva con sus hijos.
El 75% daba un gran valor al tiempo de ocio con sus hijos, considerándolo una manera de divertirse y aprender
Pues bien, creo que ahí están apuntadas las soluciones. Es importante dejarnos a nosotros mismos espacios de calidad para compartir vivencias, recuerdos, opiniones con nuestros hijos. Es imprescindible retomar las experiencias de nuestra propia niñez que nos aportaron aspectos positivos y trasmitirlas, porque seguramente con ellas trasmitiremos los valores que nuestros pequeños necesitan. Es necesario dedicarle tiempo a todas esas actividades que podemos hacer sin el molesto chisporroteo de la Televisión:
Disfrutar del aire libre y la naturaleza
Pasear
Hacer deporte
Viajar y conocer lugares nuevos
Visitar el teatro, los museos, las exposiciones
Escuchar música
Compartir las tareas de la casa
Hacer los deberes JUNTOS
JUGAR JUNTOS
LEER JUNTOS
REIRSE JUNTOS
ABRAZARSE
Y si aun, después de todo lo dicho aquí así pensamos que darle tiempo al televisor es necesario, tal vez sea bueno que no nos olvidemos de:
Limitar el tiempo
Evitar la Televisión durante las comidas. No favorece la digestión
Elegir los programas de una forma dialogada
Hablar, criticar constructivamente los contenidos
No usar la Tele de “canguro”
Promocionar lo justo y lo bello, haciendo “publicidad del bien”
Y en todo caso que la televisión no les sirva a nuestros hijos para llenar nuestras ausencias.
Fabián García Hermoso
Director de Psicosom
BIBLIOGRAFÍA
Castells, P. Y Bofarull I. , Enganchados a las pantallas, Planeta Prácticos, Barcelona 2002
Aguaded, J.I. , Convivir con la Televisión. Familia, educación y recepción, Piados, Barcelona, 1999´
Elguero I. , Los niños de los chiripitiflaúticos, La esfera de los libros, Madrid 2004
Imaginarium, Encuesta Infancia y Televisión, Zaragoza 2003
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